LA BICAMERALIDAD REQUIERE CONSENSO
El Senado y la reforma del Congreso
Por: Enrique Bernales Ballesteros
La desconfianza que se observa en la ciudadanía respecto del Parlamento es un fenómeno mundial. El Perú no es ajeno a esta tendencia donde también están presentes elementos que responden a las particularidades de los sistemas políticos de cada país. Entre los problemas comunes está la escasa renovación de una institución que ha variado poco desde el apogeo del liberalismo político del siglo XIX. El Parlamento fue la base de la democracia liberal, la aparición del ciudadano como sujeto de derechos políticos y las teorías que afirmaron en la representación y la división de poderes el republicanismo democrático.
Pero ningún tiempo histórico es inamovible. El devenir de las cosas, admirablemente analizado por Toynbee, contiene descubrimientos científicos, nuevas formas de producción y cambios sociales que se dan en la construcción de nuevos modelos económicos y en los sistemas políticos. La modernización industrial del siglo XX significó una profunda aceleración del tiempo social y la aparición de procesos complejos que permitieron un rápido crecimiento de las estructuras de gobierno, por su mayor capacidad para atender la demanda social, administrar la hacienda y resolver conflictos. Los parlamentos perdieron poder, aunque se mantuvieron como una institución fundamental para la democracia.
Sin embargo, los parlamentos de las democracias modernas han desarrollado procesos de reforma que permiten una más equilibrada relación con el Poder Ejecutivo, evitándose así la concentración del poder. No es el caso peruano, donde, a pesar de las constituciones de 1979 y 1993, el Parlamento ha retrocedido en composición, atribuciones, organización y funcionamiento, mientras que el Ejecutivo ofrece áreas modernas, equipadas con sofisticada tecnología informatizada, dispone de fuentes de información que le facilitan un manejo de las políticas nacionales, etc. Es decir, el Ejecutivo está mejor dotado para las funciones a su cargo, lo que no significa que siempre lo haga bien, que un Poder Legislativo anclado a modelos superados y que no dispone de una capacidad operativa que le permita legislar con sabiduría y ejercer con eficacia el control político.
Esta situación no es buena para la democracia y menos para la protección legal de los derechos ciudadanos. Por ello una revisión completa del Parlamento que lleve a una reforma integral del sistema legislativo peruano debiera ser una de las principales tareas del actual Congreso.
La reforma del Congreso debe comprender aspectos constitucionales, de modificación de leyes ordinarias, de organización, de reglamento, de equipamiento, etc. Pero una de las cuestiones más importantes será la bicameralidad. Recuperar el Senado parece ser una necesidad, pero si este se convierte en parte de la reforma del Congreso, sería importante encontrar una diferenciación entre las dos cámaras. Más que un Senado de revisión correspondería a este ocuparse de los grandes temas del Estado, como el análisis de las relaciones internacionales del Perú, la defensa estratégica, la evaluación del proceso de la descentralización, la elección de los importantes funcionarios del Estado. En materia legislativa, el Senado participaría en los debates para la aprobación del presupuesto anual y la revisión de los proyectos sobre leyes orgánicas de desarrollo constitucional y sobre delegación de facultades. Por su parte, el Congreso tendría a su cargo toda la legislación ordinaria y las atribuciones de control político y de fiscalización. Esto es apenas un esbozo de lo que serían un Congreso y un Senado diferentes al que previó la Constitución 1979.
Hay grupos opuestos al retorno del Senado, pero pensamos que un diseño como el sugerido en estas líneas podría alcanzar el consenso necesario para su reposición.
Fuente: EL COMERCIO
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